A través de la educación emocional se da respuesta a varias necesidades del conjunto de la sociedad que, con la educación formal, no se dan. Es por ello, de la importancia del aprendizaje de una serie de capacidades afines a las emociones.
Todo ello, tiene como finalidad, que las personas sean capaces de establecer relaciones de forma adecuada y comportamientos cívicos.
Tanto es así, que los integradores sociales deben desarrollar la competencia socioemocional, debido a la importancia que tienen los sentimientos en el desarrollo integral de la persona y en sus funciones profesionales. Es por ello, que una correcta educación emocional aplicada desde un centro educativo ayuda en el desarrollo de las habilidades sociales. Saarmi (1999), expresa que la competencia emocional se corresponde con la autoeficacia, que es la habilidad de la persona para alcanzar sus objetivos y, para ello requiere conocer sus emociones.
Así pues, esto evidencia la necesidad de desarrollar emociones con el fin de alcanzar un estado de vida plena, consiguiéndose una vez que ha sido aprendido el modo de regularlas, meta esencial que toda persona debería alcanzar. El desarrollo emocional es primordial, ya que constituye el pedestal para progresar en las vivencias personales, para que las personas conozcan sus sentimientos y aprendan a gestionar sus emociones, al igual que las de los demás, así se podrán resolver los distintos conflictos de manera asertiva y con un buen fin, ya que ello ayuda a prevenir comportamientos negativos derivados de emociones negativas.
Por lo tanto, cabe destacar que, durante el Ciclo Formativo de Grado Superior en Intervención Social, los estudiantes deben conjugar su formación teórica y práctica en situaciones reales para aprender a desarrollar sus emociones y sus habilidades sociales y, practicarlas en intervenciones reales, modificando así conductas inadecuadas y negativas en los grupos de personas a tratar.